domingo, 28 de febrero de 2010

Once More, With Feeling

Qué pobre es la gente que no habla...


Y no me refiero a las personas mudas, eso es diferente. Me refiero a las personas que deciden escribir cartelitos en lugar de comunicarse con sus compañeros de piso, con lo fácil que sería llamar a la puerta y conversar un rato. Me refiero a mi "co-inquilina".

Y qué pobre es. No voy a hablar de sus costumbres ni de ella. Voy a hablar de su manía de colocar un cartel cada vez que quiere evitar una conversación y de las consecuencias que ello tiene...

Hoy por ejemplo he descubierto que, mientras que en España reciclamos por un lado vidrio y por otro aluminio, envases plásticos, tetra bricks y otros, en Italia reciclan vidrio y aluminio en un contenedor y envases plásticos en otro. Lo he descubierto porque yo estaba reciclando a la española (¿no reciclar en absoluto?) y mi compañera ha colocado, cómo no, un cartelito explicándolo. Al principio he pensado "cariño, tú no sabes reciclar", pero luego, antes de meter la pata, me he puesto a investigar un poco y eccolo qua, in Italia è diverso.

Y es entonces cuando he pensado que qué pobreza y en vez de molestarme como otras veces porque no ha tenido la dignidad de hablar conmigo (y palabra, aún no he matado a nadie) me ha dado auténtica lástima porque donde yo he ganado una pizquita de conocimiento, quizá inútil, pero conocimiento al fin y al cabo, ella seguirá siendo tan ignorante como hasta ahora.

viernes, 18 de septiembre de 2009

001. De cómo Jsm llega a Génova

Nos bajamos del avión y recorrimos el aeropuerto entero siguiendo las flechas que indicaban dónde teníamos que recoger el equipaje con ese nerviosismo típico que te hace preguntarte si esta vez llegará todo o cómo. Vanessa y yo nos habíamos conocido esa misma mañana en la cola de facturación. En realidad, hacía meses -¿quizá solo semanas?- que nos conocimos vía internet ya que, por casualidades del destino, los dos cogíamos el mismo vuelo para ir a Génova. Pero las cosas poco a poco se van complicando y nada termina siendo lo que parece.
Todo comenzó hace una semana. El viernes me quedaban apenas 5 días para irme de Granada. El plan era sencillo: llegar a Génova, acompañar a Vanessa a su piso y luego ir al mío, cenar una focacca y salir de fiesta. Fin. Entonces, sobre las 11 de la mañana del viernes me llega un mensaje de mi casera:
Ci sono stati enormi problemi per la casa.... e non ce' piu per nessuno di noi tre .
Chiama presto al geg per trovar un nuovo appartamento . buona fortuna.
Y todo cambió radicalmente. De pronto mi experiencia genovesa había dado un giro de 180º y el factor incertidumbre se había multiplicado exponencialmente. Ahora se trataba de encontrar una cama, un puente o un bar donde pasar la noche. Pero Vanessa apareció al rescate.

Os lo creáis o no, esa había sido la primera vez que viajé en tren. Fue divertida. La maleta de Vanessa era un peso muerto de 23 quilos y no entraba en ningún sitio, así que fue al pasillo y cada vez que alguien quería pasar, nos tocaba meter la maleta entre nosotros y sentarnos con posiciones a cada cual más variopinta.
"No puedes ser tan corta de miras."
"No lo soy, pero no puedo evitar pensar en todas las cosas que me voy a perder."
"¿Y todas las que vas a ganar? Quizá es mejor así... ¿o acaso preferirías no venir?"
"No, claro que no. No dejaría de venir aquí ni por nada ni por nadie. No se trata de eso. ¿Qué me dices de todas esas oportunidades que quizá cuando vuelva ya no estén ahí?"
"¿Ves? Eres corta de miras. En 10 meses pueden pasar tantas cosas, a ti, a todo el mundo... que quizá cuando vuelvas todas esas cosas que pasaron cuando tú no estabas, quizá ya no tengan relevancia. Y quizá sea mejor así. Quizá después de todo lo que has pasado, lo que necesitas es justo esto, un desconecte total. Nada ocurre por accidente, ¿recuerdas?"
"No lo cambiaría. En principio elegí Italia porque me gustaba, sí, pero también por mi novio. Pero luego cortamos..."
"Y febrero te salió fatal."
"No, junio. Fue junio."
"Y por eso tuviste que hacer los exámenes de recuperación y coger el vuelo el día 17. Si no, no hubieras suspendido y seguramente te hubieses ido con él. Nunca habrías escrito en el grupo erasmus para ver si alguien iba a Génova el mismo día y entonces..."
"Tu y yo nunca nos hubiésemos conocido."
"Exacto. Nada ocurre por accidente. Y 10 meses son toda una vida."

Después de 12 horas de viaje en avión, autobús y finalmente tren, llegamos a la estación Genova Piazza Principe, en Piazza Acquaverde. Por qué un italiano decide llamar a la estación Piazza Principe cuando la plaza donde se encuentra es Piazza Acquaverde se me escapa pero intentaré descubrirlo. Después de otros incansables pasillos -a los italianos también les encanta dar vueltas y hacer recorridos innecesarios nada intuitivos para hacer cualquier cosa-, por fin asomaba Génova a través de la puerta principal. Y allí esperándonos una chica, la compañera de piso de Vanessa.
"Hola."
"Hola. ¿Qué tal? ¿Cómo ha ido el viaje?"
"Bien. Cansado" respondió Vanessa. "Maca, Josema. Josema, Maca."
"Encantado."
"Encantada" respondió Maca. "¿Quiéres que te lleve esa maleta Vanessa?"
Vanessa llevaba todo el viaje cargada con una maleta de mano a presión y que, sistemáticamente, se había negado a dejar que yo transportase para ayudarla.
"Si consigues que te la dé, te quiero. Llevo todo el viaje diciéndoselo y no hay manera"
Un rato más tarde tuve que reconocer que me había quedado prendado de Maca y de su absoluto poder de convicción y Vanessa llevaba un paquete menos, aunque la alegría duro poco. Nos esperaban más de 50 escalones a pie hasta llegar al portal donde ellas vivían. Y mientras sudaba sufriendo para subir 30 kilos en maletas, pensaba en lo que me iba a costar tener que volverlos a bajar cuando encontrase un nuevo piso. De momento me conformaría con ocupar una habitación en el piso de Vanessa pero conforme fue avanzando la tarde la situación fue cambiando.
Lo complicado del piso era que la casera sólo quería chicas, pero la situación en la que yo me encontraba -sin piso- y en la que se encontraban ellas -sin compañeras-, iba a propiciar al menos una charla para ver si yo podía quedarme allí del todo y de paso, ¡no tener que volver a bajar esas maletas por aquellas escaleras infernales!
Sonó el teléfono. Era Violeta, otra chica erasmus, invitándonos al cumpleaños de un compañero suyo de piso, chino, al que ninguno conocíamos.
"¡Claro! ¿Por qué no?"
Después de una ducha, pronto el piso estaba inundado de gente esperando para ir al cumpleaños de Andrea. Y cuando llegásemos allí, todavía más gente, más nombres, más nacionalidades, comida de todo tipo y vino blanco, cerveza, un chaval estudiando al que no llegamos a ver y una conversación con Maca sobre arqueología, desenterramientos de muertos y búsqueda de tesoros perdidos en la terraza de un piso desde la que se podía ver todo el puerto de Génova. Pero la fiesta se acabó tras la llamada de una vecina molesta por las voces.
La solución estaba clara: salir de copas. Y las cosas pronto serían cada vez más... curiosas.